Salir y notar la lluvia cayendo gota a
gota encima de mi cabello.
Intentar refugiarme y evitarla ya que
debo dar una buena impresión y no aparecer con los pelos
encrespados.
Pero... ya no importa. Miro el cielo y
las gotas me caen en el rostro. Se me estropea el maquillaje. ¿Quién
ha de verme elegante? ¿Los abuelos un segundo cada dos horas o la
masa de bizcocho que he de preparar?
La vida no regala cosas ya, excepto
esas gotas de lluvia que me obligan a quitarme la máscara de la
cara.