Las historias vuelan arrastradas por el viento, y por el
tiempo y a veces, cuanto más pretendemos que perduren antes acaban. Suele ser
trágico o indiferente, dependiendo del elemento que las arrastre. Las
arrastradas por el viento son prematuras, a ciegas, débiles, engaños. Vivir por
vivir, amar por amar. Las arrastradas por el tiempo hieren más. Son las que
empiezan como un juego, las que siguen sin pensar en que la cosa se vuelve
seria y acaban siendo imperturbables. Excepto por el tiempo. Estas historias
tienen un punto débil menos visible pero más fuerte. Lo que empieza en juego
acaba en pasión, en algo ardiente. Y lo que arde se acaba quemando. Y esas
historias son peligrosas. El peligro nos asusta y es cierto que acabamos engañándonos,
pero la historia es bien real. La historia es incapaz de olvidarse, es eterna y
no sirve de nada intentar dejarla atrás porque no se puede. Es una historia
formada por dos almas que se unen y forman una sola. Cuando intentas creer que
la historia no debe seguir pero que sin embargo sigue, no hay otro remedio que
dejar actuar el tiempo. Que todo lo deja atrás. Pero la historia ya tiene su
esencia y no se desvanecerá, sino que perdurará en el aire, en la música, en
los libros, en el humo de tabaco, en el alcohol y en los recuerdos y sin que te
des cuenta, cuando estés pensando en su “olvido” ella volverá a ti para existir
de nuevo.