Me pesan los párpados y miro el reloj. Recordé algunas
teorías de psicología cognoscitiva, aquella que dice que un animal es capaz de
soportar el peor dolor si de vez en cuando recibe alguna recompensa, por mísera
que sea.
Es tarde pero la música flota entre mis oídos. Miro mis
libros mientras pienso de qué sirve que los lea. A veces es inesperado, cojo un
libro cualquiera y empiezo; “No era el hombre más honesto ni el más piadoso,
pero era un hombre valiente.” Dejo el punto en esa misma página y lo cierro,
sin título. Pero la letra no dice nada, como todas. Así que decido cambiarla,
pero la escucho. Miro sus ojos marrones y su espalda tatuada.
Y la cambio por otra que tampoco dice nada. Pues ya ves como
son las cosas, todo duele y nadie dice nada.
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