viernes, 5 de abril de 2013

Y yo el suyo.

Angélica retenía mi nombre, y con él una porción de la vida que yo estaba resuelto a poner a sus pies, inmolándosela sin parpadear siquiera. Me sentí, a ver si me entienden, como el hombre que tiene atravesada una daga; que vive mientras la tiene y, en sacándosela, muere.

Limpieza de Sangre, Arturo Pérez-Reverte.